De manera descendente, los dedos de él se entrelazan con su pelo y ella se aferra a los de él como un clavo ardiendo en deseo.
Ligeramente ella posa sus manos sobre su cintura, acariciándole al compás.
Y el comienza a leer:
Le acaricia la mejilla y posa sus dedos sobre sus labios, se deja besar. Y el índice como un pincel acaba descendiendo, comienza a dibujar su piel, sus curvas. Se detiene en aquellos precipicios donde se puede contemplar el mundo, y lo controla bajo la intensidad de sus lascivas manos. Se dejan llevar.
Ahora ambas manos al ritmo se dejan caer desde la cintura a las caderas, sin paracaídas.
Ambos rostros distanciados ni se miran en la penumbra, ella se deja ir y cierra los ojos, él solo mira la belleza de algo que no es el final tan solo es el principio de la bomba de confeti que te espera a la vuelta de la esquina como decía aquella canción de Marwan. Acaricia sus muslos y asciende.
Deja sus dedos palpitar y ellos siguieron bailando, amándose en braille.
Espasmo, felicidad y un cigarro a medias.
Quédate a dormir.