Entro en mi vida sin llamar a la puerta, arrasando cualquier recuerdo, fotos de los que se fueron o los que pretendían entrar, o simplemente de aquellos que estaban ahí, como en standby, en espera.
Y allí estaba yo abducida por aquello que hace perder las cabezas, una sonrisa, su sonrisa.
Pero no estaba sola, la acompañaban sus ojos, su acento, su barba, todo él.
Y yo, sola sin articular palabra, presa del pánico por abrir la boca y joderla, como siempre. Solo se me ocurría una cosa, y es que quería besarle. Me moría de ganas por hacerlo.
Pero valiente de mí, no lo hice.
"Me haces sonreír", abarcó cierto día la pantalla de mi móvil y así me robó el aliento y se apoderó de mi calma.
Poco a poco se fue haciendo con una parte más mía, hasta donde él quiera llegar.
Hace tiempo que no me sentía así, como si cada parte de mí fuera suya, como si él pudiera ser mío pero no le llego alcanzar, dejándome hacer, ilusa, marioneta.
Me siento como hace tiempo esa chiquilla que empezó a escribir su pequeño diario de sentimientos, dudas, amores y mil gilipolleces más en su fotolog, ese que hace tiempo dejo obsoleto, abandonado. Me acuerdo como si fuera ayer, cuando no dejaba un día sin escribir de aquel chico que no paraba de entrar y salir, dejándome sola, volviendo a aparecer cada vez que le apetecía. Pero ahora la cosa es distinta, desde la zona volcánica de España ha llegado un volcán dispuesto a erupcionar, y dejar prendando de lava y lodo todo aquello que me rodea. Dejándome así, sentirme una idiota, a punto de perder la cabeza por un mínimo roce de sus labios.
Porque si él lo quisiera, ya sería suya.
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